Salmo 9: Alabanza a Dios por Su Justicia y Protección

Salmo 9: Alabanza a Dios por Su Justicia y Protección

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«¿Te has sentido alguna vez derrotado por la injusticia? En el Salmo 9, David nos recuerda que Dios es un juez justo que defiende a los oprimidos y trae justicia a la tierra. Quédate hasta el final para descubrir cómo confiar en el juicio de Dios cuando todo parece perdido.»


Salmo 9 con explicaciones:

Versículo 1:

«Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.»

David comienza el salmo con una expresión de alabanza. Él reconoce que Dios ha hecho grandes maravillas en su vida, y nos invita a recordar y contar las cosas maravillosas que Dios ha hecho por nosotros.


Versículo 2:

«Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo.»

Este versículo expresa la alegría de David al estar en la presencia de Dios. Nos enseña que en medio de cualquier situación, la adoración y la alabanza a Dios pueden llenar nuestros corazones de gozo.


Versículo 3:

«Mis enemigos volvieron atrás; cayeron y perecieron delante de ti.»

David reconoce que sus enemigos han sido derrotados no por su propia fuerza, sino porque Dios peleó por él. Nos recuerda que cuando confiamos en Dios, Él se encarga de nuestros adversarios y circunstancias difíciles.


Versículo 4:

«Porque has mantenido mi derecho y mi causa; te has sentado en el trono juzgando con justicia.»

Aquí, David alaba a Dios por ser un juez justo, quien defiende su causa. Nos invita a confiar en la justicia de Dios, sabiendo que Él siempre actúa de manera correcta y justa.


Versículo 5:

«Reprendiste a las naciones, destruiste al malo; borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.»

David menciona cómo Dios ha castigado a las naciones malvadas y ha destruido a los enemigos. Esto nos enseña que la maldad no prevalecerá para siempre; Dios traerá justicia en su tiempo perfecto.


Versículo 6:

«Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; y las ciudades que derribaste, su memoria pereció con ellas.»

David ve cómo las ciudades de sus enemigos han sido destruidas y olvidadas. Esto nos recuerda que el poder humano es temporal, pero la justicia de Dios es eterna.


Versículo 7:

«Pero Jehová permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio.»

Este versículo reafirma que, aunque los enemigos caen, Dios permanece para siempre. Él tiene un trono eterno, desde el cual juzgará con justicia a todas las naciones.


Versículo 8:

«Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.»

David confía en que Dios no solo juzgará a sus enemigos, sino a todo el mundo con equidad. Es un recordatorio de que Dios no tiene favoritismos, y Su justicia es perfecta para todos.


Versículo 9:

«Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia.»

Dios es presentado aquí como un refugio para los oprimidos y los que están en angustia. Nos enseña que, en medio de nuestras luchas, siempre podemos encontrar protección y consuelo en Dios.


Versículo 10:

«En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.»

David afirma que quienes conocen el nombre de Dios confían en Él, porque Dios nunca abandona a quienes lo buscan. Nos invita a acercarnos a Dios con confianza, sabiendo que Él siempre está presente para ayudarnos.


Versículo 11:

«Cantad a Jehová, que habita en Sion; publicad entre los pueblos sus obras.»

Este versículo es una invitación a cantar alabanzas a Dios y a proclamar Sus obras a todas las naciones. Nos recuerda que nuestra alabanza debe ser pública, compartiendo con otros las maravillas de Dios.


Versículo 12:

«Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los afligidos.»

David asegura que Dios no olvida el sufrimiento de los afligidos. Dios escucha el clamor de quienes son oprimidos y trae justicia a su debido tiempo.


Versículo 13:

«Ten misericordia de mí, Jehová; mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte.»

David clama por misericordia, reconociendo que solo Dios puede librarlo de la muerte. Nos enseña a acudir a Dios en nuestras aflicciones, confiando en Su poder para salvarnos.


Versículo 14:

«Para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion, y me goce en tu salvación.»

David promete alabar a Dios públicamente por Su salvación. Este versículo nos muestra que nuestra respuesta a la intervención de Dios debe ser la alabanza y el testimonio público de Su grandeza.


Versículo 15:

«Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie.»

David señala cómo las naciones malvadas caen en sus propias trampas. Esto nos recuerda que la maldad se vuelve en contra de aquellos que la practican.


Versículo 16:

«Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. Selah.»

Este versículo declara que Dios ha mostrado Su justicia al juzgar a los malvados. Nos enseña que la justicia de Dios es evidente y que los malvados enfrentarán las consecuencias de sus acciones.


Versículo 17:

«Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios.»

David advierte que aquellos que se olvidan de Dios y persisten en el mal serán llevados al Seol (la tumba o el lugar de los muertos). Es un llamado a recordar a Dios y caminar en Su justicia.


Versículo 18:

«Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.»

Este versículo es un consuelo para los oprimidos. David afirma que Dios no olvida a los pobres y necesitados, y que Su justicia y misericordia traerán esperanza.


Versículo 19:

«Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti.»

David pide que Dios se levante y que Su justicia prevalezca sobre las naciones. Es una oración para que la justicia divina se manifieste en un mundo lleno de maldad.


Versículo 20:

«Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres. Selah.»

El salmo termina con una súplica para que las naciones reconozcan su fragilidad y humanidad delante de Dios. Nos recuerda que, sin importar cuán poderosos sean los hombres, todos estamos bajo el gobierno de Dios.

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