Prédica: Oración por Sanidad
Queridos hermanos y hermanas, hoy venimos a hablar de uno de los aspectos más poderosos del ministerio de nuestro Señor Jesucristo: la sanidad. Cuando Jesús caminó por la tierra, sanaba a los enfermos, liberaba a los oprimidos, y restauraba la vida de aquellos que estaban quebrantados. El Evangelio está lleno de ejemplos de su poder sanador, y lo más hermoso es que ese poder sigue disponible para nosotros hoy. Hebreos 13:8 nos recuerda que «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos». Él no ha cambiado. Su amor y su poder para sanar siguen siendo tan reales como lo fueron hace más de dos mil años.
Cuando enfrentamos enfermedad o dolor, es natural sentir miedo o desánimo, pero no debemos olvidar que tenemos acceso a un Dios que es sanador. Él es Jehová Rapha, el Señor que sana. En medio de la debilidad, cuando nuestros cuerpos fallan o nuestras mentes están atribuladas, podemos acudir a Él en fe, confiando en que Su voluntad es siempre buena y perfecta para nosotros.
Aunque a veces no comprendamos por qué suceden las cosas, o por qué la sanidad no llega de inmediato, debemos seguir creyendo en Su promesa. En Isaías 53:5 se nos dice que «por sus llagas fuimos nosotros curados». Esta promesa de sanidad está anclada en el sacrificio de Jesús en la cruz, y debemos aferrarnos a ella con fe.
Ahora, inclinemos nuestros corazones para orar por sanidad, creyendo que Dios escucha nuestras peticiones y que Su poder es más grande que cualquier enfermedad.
Amado Dios, vengo ante Ti en este momento, humillado por Tu grandeza y agradecido por Tu amor incondicional. Te doy gracias por el regalo de la vida, por cada día que me permites despertar y ver la obra de Tus manos. Hoy me acerco a Ti, Señor, con un corazón necesitado, buscando Tu toque sanador en mi vida, en mi cuerpo, en mi mente, y en mi espíritu.
Señor Jesús, sé que Tú eres el gran médico, el sanador por excelencia, y que no hay dolencia o enfermedad que sea más grande que Tu poder. Te pido que en este momento pongas Tu mano sobre mí y sobre aquellos que están enfermos, y que Tu Espíritu Santo fluya a través de cada célula de mi cuerpo, trayendo sanidad completa. Confío en Tu promesa, Señor, de que por Tus llagas hemos sido sanados. No importa lo que diga el diagnóstico médico, lo que yo veo con mis ojos naturales, porque Tú eres un Dios de milagros, y confío en que Tú puedes obrar más allá de lo que la medicina puede hacer.
Padre celestial, te entrego todo dolor, toda enfermedad, todo malestar que esté afectando mi cuerpo. Tú conoces cada parte de mí, porque Tú me formaste en el vientre de mi madre. Sabes lo que está roto y lo que necesita ser restaurado. Te pido que me sanes completamente, que me hagas nuevo, y que este cuerpo que Tú me has dado sea fortalecido por Tu poder.
Señor, no solo te pido sanidad física, sino también sanidad en mi mente y en mi espíritu. Si hay ansiedad, si hay depresión, si hay miedos que me impiden vivir plenamente en la libertad que Tú has provisto para mí, te ruego que los remuevas. Restaura mi paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Si hay cargas emocionales que he estado llevando por demasiado tiempo, si hay heridas en mi corazón que aún no han sanado, te las entrego, Señor. Tú eres el único que puede sanar lo que los ojos no ven, lo que el alma sufre en silencio.
Te pido también, Señor, por aquellos a mi alrededor que están sufriendo. Si hay familiares, amigos, o conocidos que están atravesando enfermedades o luchas internas, te ruego que los toques con Tu mano sanadora. Llénalos de Tu presencia, que puedan sentir Tu amor envolviéndolos y dándoles fuerzas para continuar. Ayúdame a ser un instrumento de Tu paz y de Tu sanidad en la vida de otros, que a través de mi testimonio, otros puedan ver el poder de Tu obra.
Si en Tu soberanía, Señor, decides que la sanidad no llegue de inmediato, te pido paciencia y fe para seguir confiando en Ti. Sabes lo que es mejor para mí, incluso cuando no lo entiendo. Si mi proceso de sanidad es parte de Tu plan para acercarme más a Ti, entonces me someto a Tu voluntad. Pero aun así, Señor, continúo orando con esperanza, sabiendo que Tú eres capaz, que Tú tienes el poder para hacer lo imposible.
Padre, te pido que mientras espero mi sanidad, sigas fortaleciendo mi fe. Que no me deje llevar por el desánimo, por la duda, ni por el temor. Que, en lugar de eso, me agarre más fuerte de Tus promesas, recordando que Tú nunca me abandonas ni me dejas solo. Cada día que pasa, ayúdame a confiar más en Tu plan, a buscar Tu rostro en oración, y a caminar en Tu paz.
Gracias, Señor, por escuchar mi oración. Gracias porque sé que Tú estás obrando en mi vida, aunque no siempre pueda verlo con mis ojos. Gracias porque, en Tu tiempo perfecto, Tú traerás la sanidad que necesito. Y gracias porque en cada momento difícil, Tú estás a mi lado, dándome la fuerza para continuar.
Confío en Ti, Señor. Confío en Tu bondad, confío en Tu poder, confío en Tu amor. En el nombre de Jesús, declaro sanidad sobre mi vida y la vida de aquellos que amo. Amén.